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lunes, 19 de septiembre de 2011

Capítulo 2. Muerte, Pena y Consuelo.



Capítulo 2. Muerte, Pena y Consuelo.

Empezaremos esta subsección hablando de

Negación y aceptación.


Sobrevivir a la pérdida de un ser amado es una de las experiencias más difíciles de la vida. Es bien sabido que el proceso de sobrellevar la pena implica pasar por el inicial impacto emocional, luego hacer frente a la negación, la rabia, la depresión y, finalmente, llegar a cierto tipo de aceptación. Cada una de estas etapas de confusión emocional varía en duración e intensidad desde meses hasta, incluso, años. Perder a alguien con quien hemos tenido profundos vínculos puede ocasionar una desesperanza tal que nos lleve a sentirnos en un pozo sin fondo del que escapar es imposible porque la muerte nos parece algo definitivo.
        En la cultura occidental, la creencia de que la muerte representa el final de las cosas, constituye un obstáculo para la sanación. Tenemos una cultura dinámica donde la posibilidad de perder nuestra persona física resulta impensable. La dinámica de la muerte dentro de una familia es comparable a aquella situación en la que una exitosa obra de teatro entra en caos por la pérdida de uno de sus actores principales. En esa situación, el reparto secundario se debate en agonía buscando algún cambio en el libreto. Afrontar este enorme vacío en el desarrollo del guión, ocasionado por los que se han ido, afectará los futuros papeles de los actores que quedan. Sin embargo, al usar este ejemplo existe una paradoja pues cuando las almas están en el mundo del espíritu, preparándose para una nueva vida, ríen en los ensayos de su próxima obra teatral: su vida, aquella que se representará en la tierra. Saben muy bien que todos los papeles de la obra de teatro son temporales.
        En nuestra cultura no nos preparamos adecuadamente, en vida, para la muerte porque es algo que entendemos que no se puede o cambiar. La conciencia de la muerte comienza a roernos a medida que envejecemos, siempre ahí, acechando en las sombras, indiferente a nuestras creencias de lo que pueda suceder después de la vida. Al tratar el tema de la vida después de la muerte en mis conferencias he podido ver, con asombro, que gentes con diferentes puntos de vista religioso comparten el mismo temor por la muerte.
        Para la mayoría de nosotros el temor proviene de lo desconocido. A menos que hayamos tenido una experiencia cercana a la muerte, o vivido una regresión a una vida pasada en la que recordemos la sensación de dicho momento, la muerte es un misterio. Cuando enfrentamos la muerte, sea como protagonista o como observador, resulta doloroso, triste y atemorizante; las personas saludables no desean abordar el tema y, con frecuencia, tampoco aquellas cuyo estado es grave. De esta forma, nuestra cultura ve a la muerte con aversión.
        Durante las primeras décadas el siglo XX ha sido testigo de muchos cambios en la actitud de las personas con relación a la vida después de la muerte. La mayoría conservaba la visión tradicional de que sólo hay una vida por vivir, sin embargo en el último tercio del siglo, en los Estados Unidos, se ha estimado que un cuarenta por ciento de su población cree en la reencarnación. Este cambio de actitud ha facilitado, en parte, la aceptación de la muerte a aquellas personas más espirituales y que abandonan la creencia de que tras de la vida sólo hay olvido.
        Uno de los aspectos más significativos de mi trabajo sobre el mundo del espíritu es el de aprender, desde la perspectiva del alma que parte, lo que se siente al morir y de cómo el alma intenta permanecer en nuestro mundo para confortar a aquéllos que deja aquí. En este capítulo confío validar que lo que usted siente en su interior tras la pérdida de un ser querido no es simplemente un deseo. La persona que usted ama no se ha ido en realidad. Considere también lo que dije en el capítulo anterior acerca de la dualidad del alma. Parte de su energía quedó en el mundo del espíritu en el momento de la encarnación. Cuando su ser querido vuelve al hogar espiritual encontrará que usted ya está allí, esperándole con la porción de su energía que dejó previamente. Esta misma energía permanecerá allí para unificarse con su alma cuando llegue el momento. Una de las grandes revelaciones de mi investigación fue el aprender que los compañeros espirituales nunca se separan realmente.
        Las siguientes secciones ilustrarán ciertos métodos usados por las almas para comunicarse con aquéllos que aman. Estas técnicas pueden comenzar justo después de la muerte física y pueden ser muy intensas. Sin embargo, las almas que parten están ansiosas por ir a su hogar espiritual ya que la densidad de la Tierra les hace perder energía. Con la muerte, el alma se libera y siente la libertad. No obstante, si tenemos esa necesidad, y como norma general, las almas pueden entrar en contacto con nosotros desde el mundo del espíritu.
        La contemplación calmada y la meditación brindan mayor receptividad hacia aquéllos que han partido y suministran a la conciencia del doliente un alto sentido del conocimiento. No se requieren mensajes verbales del otro lado, basta con apartar los bloqueos autoimpuestos de la duda y abrir la mente para sentir la posible presencia de alguien que usted ama y que le ayudará a recobrarse de la pena.

2 comentarios:

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  2. Excelente capitulo, me tiene fascinada, mil gracias al autor Michael Newton y a quien lo publico. Mil bendiciones para ambos.

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